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domingo, 17 de febrero de 2013

UNA AYUDA PARA QUE TUS NOVELAS Y OBRAS ESTÉN MEJOR ESCRITAS. SEGUNDA PARTE.



UNA AYUDA PARA QUE TUS NOVELAS Y OBRAS ESTÉN MEJOR ESCRITAS.    SEGUNDA PARTE.

Continuamos adelante con este artículo pensado para ayudar a los escritores a que sus obras se entreguen y sean leídos lo más perfectamente posible. Espero que mis consejos os puedan ayudar.

Acentos diacríticos.

            Se supone que cuando uno comienza a escribir conoce las normas de acentuación, y si no las conoce, las irá aprendiendo a medida que se va escribiendo y evolucionando como autor. No obstante, existen ciertos momentos donde el uso del acento diacrítico confunde al escritor puesto que se suele emplear en grupos de palabras cerradas que llevarán o no la tilde según su función gramatical. De nuevo vuelvo a utilizar ejemplos sencillos.
1-“El” lleva acento cuando es pronombre personal y no lo lleva cuando es artículo:
—Él vino luego (llegó más tarde).
—El vino luego (que se beberá el vino más adelante).
2-“Tu” lleva acento cuando es pronombre personal y no lo lleva cuando es adjetivo posesivo:
—¿Qué dices? ¿Tú hijo mío? (le pregunta ¿soy tu padre?)
—¿Qué dices? ¿Tu hijo mío? (pregunta ¿soy el padre?)
3-“Sí” lleva acento cuando es pronombre reflexivo o adverbio afirmativo y no lo lleva cuando es conjunción condicional, conjunción completiva o nota musical.
—Si vas a ir, hazlo (es dudoso, no se sabe si va a ir o no).
—Sí vas a ir, hazlo (va a ir, no hay duda, es afirmativa, se acentúa).
4-“De” y “se” llevan acento siempre que sean verbos.
—Déme usted un vaso. Sé muchas cosas. Sé valiente y hazlo.
5-“Te” lleva acento cuando es sustantivo y no lo lleva cuando es pronombre.
—Quiero un té (la infusión).
6-“Aun” lleva acento cuando equivale a todavía, pero no lo lleva cuando equivale a incluso.
—Aún lloviendo, vino a verme (llegó cuando todavía llovía).
—Aun lloviendo, vino a verme (incluso aunque estaba lloviendo, vino a verme).
7-“Mas” se acentúa cuando es adverbio de cantidad, pero no cuando equivale a “pero”.
—Lo intento, más no puedo (no puedo hacer más; adverbio de cantidad).
—Lo intento, mas no puedo (pero no puedo; fíjese en “pero no puedo hacer más”).
8-“Que”, “cual”, “quien”, “como”, “donde”, “cuando”, “cuanto” llevan acento cuando son interrogativas o exclamativas y no lo llevan en el resto de los casos. Observa estos ejemplos:
—¿Qué tienes en ese bolso? ¡Qué grande es! ¡Cuántas joyas! ¿Para qué es esto? ¿Por qué vamos a ir? ¿Cómo dices? ¿Cuánto cuesta? Vamos a preguntarle qué tiene en la mano.
            En el último ejemplo nos damos cuenta que el “que” lleva acento porque incide en la forma interrogativa a pesar que la frase no comience con los signos de interrogación.

El empleo de “sino” y “si no”.

            Para “sino” tenemos dos acepciones:
1-Destino, hado: Cada uno se labra su propio sino (su propio destino).
2-Conjuncion adversativa que se emplea para negar una afirmación precedente: No quería decir eso, sino todo lo contrario.
            “Si no” se trata de dos palabras separadas. El “si” es la partícula oficial mientras que el “no” es el adverbio de negación. Puede tener varias formas de utilización, observa los ejemplos:
—Si no sé, no hablo (si no sé de lo que hablo, no hablo).
            Puede ser a la inversa:
—No hablo, si no sé (para que voy a hablar de algo que no sé).
            En ocasiones, sobre todo en las conversaciones de los personajes de las obras, se omite el verbo por estar sobreentendido en el contexto. Hay que colocar las palabras adecuadamente:
—Si sé, hablo. Y si no, callo (si supiera de tal cosa, hablo, pero como no lo sé, prefiero callar).
Se podría decir también:
—Si sé, hablo, y si no sé, callo (pero aquí omitimos el segundo “sé” pues se da por sobreentendido al decirlo la primera vez).

Periodos condicionales de negación implícita (irreales).

            En el español corriente, es decir, en las conversaciones mundanas de los personajes de nuestras obras, es frecuente emplear oraciones condicionales de negación implícita enteramente construidas haciendo uso del modo potencial (o condicional del indicativo) y olvidando por completo el modo subjuntivo, que es el modo del deseo o la posibilidad.
            En los tiempos simples (presente y futuro), un periodo condicional debe construirse empleando el modo subjuntivo en la prótasis y el modo potencial sólo en la apódosis.
—Si lo hubiera sabido, lo diría.
            En los tiempos compuestos (pasado), la regla es la misma, pero lo que cambia es que únicamente el verbo auxiliar se ve afectado.
—Si lo hubiera sabido, lo habría dicho.

“Por qué”, “porque” y “porqué”.

            Otra de las pesadillas de muchos escritores es el uso de estas tres palabras (cuatro en realidad), pero al igual que en otros casos, se aplican estas reglas sencillas que nos harán evitar caer en los errores.
            “Por qué” se emplea en valores interrogativos o exclamativos, así pues, se utiliza en frases con signos de interrogación y exclamación, siempre separado y el “que” acentuado.
—¿Por qué me estas siguiendo?
            En ocasiones, una frase puede ser interrogativa o negativa sin necesidad de emplearse los correspondientes signos. Siendo así, entonces el “por qué” va también separado y acentuado.
—Me preguntaba por qué no lo hiciste.
            “Porque” se emplea para dos maneras: para contestar a preguntas en forma de respuesta, y para expresiones con un sentido de causa o explicación. Mira los dos ejemplos:
—¿Por qué no has ido a la compra? Porque me sentía fatal del estómago.
—Los soldados gritaban de alegría, porque la guerra había terminado.
            “Porqué” se emplea como sustantivo y significa el motivo o la causa de lo que se está hablando.
—El porqué de la derrota del equipo, es algo que no puedo entender.

El gerundio.

            Es un tiempo verbal que expresa una acción en desarrollo, anterior o simultanea a la principal. Es un fallo muy común entre los escritores (entre los que me incluyo) utilizarlo como participio de presente, o sea, como adjetivo en función de atributo.
—Un tonel conteniendo doscientas manzanas (está mal la frase, como se puede apreciar).
            La RAE sólo admite dos formas en este caso: “agua hirviendo” y “palo ardiendo”. En todo lo demás, no se puede utilizar de la forma anteriormente descrita.

El uso de palabras que no existen.

            A partir de aquí, voy a explicar ciertos errores que provienen tanto por parte del desconocimiento del autor de ciertas palabras, o de cierto engreimiento que lleva a creer que poseemos niveles de cultura muy por encima del resto de pobres mortales. Un editor puede perdonar ciertas faltas de ortografía o gramática, errores puntuales, de técnica o de texto, siempre y cuando note que la narrativa es potente y que el escritor promete. Pero lo que nunca suele perdonar es la vanidad y la suficiencia. No hay nada peor que dárselas de listo siendo un ignorante. Vamos a hablar de palabras, expresiones y frases que no se deben utilizar.
            Hay cierta tendencia a creer que algunas palabras existen, y las esgrimimos como pruebas irrefutables de sapiencia. Lo que es peor, se las escuchamos pronunciar a ciertos periodistas o autores, o las leemos en artículos y obras, por lo que caemos en el error de pensar que son verdaderas únicamente porque otros ignorantes las repiten sin saber que no existen. Voy a poner unos ejemplos que indican claramente lo que digo. Son tres ejemplos de palabras que hoy en día están muy de moda.
—El martillo tronante de Thor el poderoso.
            “Tronante” no existe, aunque queda muy bonito, es una palabra que no existe. Se suele emplear para algo que truena, y se aprecia mucho su uso incorrecto sobre todo en los cómics; aunque en el cine ya se ha colado de cuando en cuando también. La palabra es “tonante”.
—El entrenador usó un trivote en el medio campo para este partido.
            Palabreja totalmente inventada por periodistas, “trivote” es una aberración que no existe, ni tan siquiera es lógico su uso para el que se le quiere dar, en este caso, en el contexto del deporte.
—Voy a matar muchos zombies.
            En castellano el plural de zombi es zombis, no “zombies”, fusión incorrecta de la forma en plural con el singular en inglés, dando por resultado una palabra que no existe y que la vemos de forma harto usual en novelas, cine y cómics.
            Un escritor está obligado a tener una amplia cultura, implicando tal cosa el poseer conocimientos de la lengua española. Antes de utilizar una palabra de la que tengas dudas sobre su existencia, consulta lo que dice la RAE sobre ella. Como te digo, si un editor observa una palabra que no existe en una obra, dicha obra acaba en la papelera.

Palabras o expresiones fuera del contexto de la historia.

            Es un error muy común entre los escritores que abordan el difícil género de la novela histórica. La mayoría de las veces se suelen colocar palabras o expresiones que si bien sí son correctas, no se pueden utilizar según la época de la Historia en la que estemos ambientando la novela o escribiendo el ensayo. Valga este ejemplo.
—Mira, Marco Antonio —dijo el cónsul a su amigo el centurión—, ese esclavo posee un apetito gargantuesco.
            Observamos que estamos en la época de la Roma Imperial, pongamos el siglo I a. D., y el cónsul indica que un esclavo come de forma colosal, en grandes cantidades, que es lo que significa “gargantuesco”. Pero esa palabra deriva de Gargantúa, un gigante de la literatura francesa al que le daban de comer, siendo niño, terneros y vacas enteras. Pero este gigante fue creado muchos siglos más tarde, por lo que los romanos no pueden utilizar esa expresión puesto que no existe en su tiempo. De igual forma, un soldado sajón del siglo IX a. D. no podría decir a un compañero “quedamos a las cinco de la tarde, dentro de una hora”, porque dicha concepción del tiempo y su forma de medirlo no existían. Cuidado con esta norma, porque aunque parezca muy simple, es muy fácil cometer errores que terminan por provocar que la novela no sea evaluada de manera positiva.
            No significa que no podamos utilizar en novelas palabras que no existan, pero siempre y cuando estén dentro del contexto de la historia. Un ejemplo claro lo tenemos con los klingon, raza alienígena y guerrera del universo de la serie de televisión Star Trek. En este caso, podemos utilizar expresiones y palabras para definir a los klingon a pesar de que no existen y cualquier editor o productor sabe que es correcto.

Redundancias y frases horriblemente construidas.

            Si bien en la vida real solemos saltarnos muchas reglas en el momento de expresarnos, o decimos cosas insensatas desde el punto de vista gramatical, tal cosa no la podemos trasladar a nuestras obras. A no ser que lo hagamos aposta y en las conversaciones de los personajes, porque así lo demanda la personalidad y cultura de estos. En estos casos, el editor es consciente de ello y no dirá nada, pero en muchos otros casos no son así y entonces es cuando hemos cometido el error. Las redundancias son algo que los editores odian especialmente, y la mayoría de las veces no somos conscientes de que lo hacemos. En otras ocasiones, las empleamos porque se las hemos escuchado a otras personas (sobre todo del mundo de la cultura o que salen en televisión) y a fuerza de repetirlas constantemente llegamos a creer que se pueden utilizar, dando con ello una muestra de ignorancia en el peor sentido.
—La víctima padeció heridas mortales que le provocaron la muerte.
            En el ejemplo vemos una redundancia de las que marcan época, tan horrible que no sólo destrozan la frase sino que evidencia la escasa técnica del que la escribe o pronuncia. Aunque parezca increíble, es casi normal y cotidiano escuchar esta o frases similares en los noticiarios de toda España.
—Los ciudadanos y ciudadanas saldrán a la calle, porque los trabajadores y trabajadoras…
            Otra forma horrible de redundancia, en esta ocasión empleada de forma consciente porque se desea ser “políticamente correcto” o dar una muestra de cuan “culto” cree ser el que la pronuncia. No hay nada peor que este tipo de redundancias y la RAE explica claramente que son desdoblamientos artificiosos e innecesarios desde el punto de vista lingüístico. En los sustantivos que designan seres animados existe la posibilidad del uso genérico del masculino para designar la clase, es decir, a todos los individuos de la especie sin distinción de sexos. La mención explícita del femenino se justifica solo cuando la oposición de sexos es relevante en el contexto. La actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo se debe a razones extralingüísticas y va contra el principio de economía del lenguaje. Por tanto, se deben evitar estas repeticiones absurdas que generan dificultades sintácticas y de concordancia, y complican innecesariamente la redacción y lectura de los textos; este punto es muy importante y a tener en cuenta.
            El uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición masculino/femenino. Por eso, es incorrecto emplear el femenino para aludir conjuntamente a ambos sexos, con independencia del número de individuos de cada sexo que formen parte del conjunto. Si no tienes claras estas reglas y cometes el error de colocar constantes redundancias en tus obras, vas a tener muy difícil que te puedan publicar.
            En cuanto a las frases mal construidas o expresiones fuera de lugar, voy a poner tres ejemplos que prácticamente todos conocemos por haberlas escuchado alguna vez y que demuestran lo que digo.
—Cuando llegamos con nuestras cámaras nos encontramos con un espectáculo dantesco.
            No hay palabra más pronunciada entre los reporteros que la de “dantesco”, que se suele emplear tanto para describir un tumulto entre hinchas de diferentes equipos de fútbol, los efectos de un terremoto, la devastación de una inundación o la acumulación de basuras en un solar. Pero “dantesco” viene de Dante, el creador de la Divina Comedia, y que en su primera cántica trata sobre los diferentes aspectos del Infierno. Es, por tanto, algo que proviene de una creencia católica, de un infierno, lugar al que van a parar las almas de aquellos que no siguen en vida las doctrinas de Dios. El problema reside en que quienes utilizan “dantesco” piensan que con ello están dando mayor fuerza a sus palabras a la hora de describir el espectáculo del que están siendo testigos y del que deben dar mayor énfasis a la hora de mostrar a sus espectadores. Pero es un error, como anteriormente estaba errado poner “gargantuesco” en una conversación entre romanos, porque “dantesco” no sirve para expresar una pelea, por muy reñida que sea, entre hinchas, ni para describir ruinas o inundaciones.
—El fuego dio como resultado cuatro muertos.
            Dicho así, uno piensa que poniendo maderos, algo de papel, encender una cerilla y crear una hoguera, al rato de entre las llamas surgirán cadáveres. Todos entendemos, dentro de su contexto, lo que en realidad la frase quiere decir, pero es totalmente incorrecta y su construcción es espantosa. Aun al comprender que cuando se da una noticia hay poco tiempo y hay que intentar dar todo el mensaje que se pueda, se debe intentar el expresarse mejor y dar la información lo más veraz posible.
—Las mujeres maltratadas son una lacra que hay que erradicar.
            Escuchada y leída infinidad de veces, a pesar de su más que evidente error, comprendemos lo que se nos quiere decir, pero no quita que quien lo dice o escriba nos demuestre que, o bien la mente se le atoró en ese momento o, a pesar de sus buenas intenciones, es sencillamente un ignorante.
            Aunque puedan parecer inofensivos estos errores, condenan tu obra y carrera como escritor al olvido. Es por eso que debes tener en cuenta que para escribir una novela no hace falta solamente imaginación o poseer el Don de narrar, sino además unos buenos conocimientos de la técnica, de ortografía, gramática y cultura en general, así como, nunca me canso de repetirlo, el haberse leído a los clásicos de todos los tiempos; al menos una buena selección.
            Espero que mis consejos te hayan podido servir de ayuda. Si has leído algún error o alguna de las reglas expuestas han vuelto a cambiar, no dudes en comunicarlo o poner un comentario. Hasta la próxima.


Este artículo es un complemento perfecto para la entrada DE CÓMO PRESENTAR CORRECTAMENTE UN MANUCRISTO U OBRA AL EDITOR en este mismo blog. Pincha AQUÍ para ir al enlace. 

O para la entrada EL USO CORRECTO DE LA COMA.



jueves, 7 de febrero de 2013

UNA AYUDA PARA QUE TUS NOVELAS Y OBRAS ESTÉN MEJOR ESCRITAS. PRIMERA PARTE.



 UNA AYUDA PARA QUE TUS NOVELAS Y OBRAS ESTÉN MEJOR ESCRITAS.  PRIMERA PARTE.

Como ya he expuesto en otros artículos del blog, esto no es un manual de gramática ni pretendo convertirme en maestro, sino tan sólo es una ayuda a la hora de hacer comprender al escritor profesional una serie de reglas básicas y unificadoras que tiene que tener en cuenta en el momento de presentar sus manuscritos a las editoriales. Aunque finalmente toque varios aspectos de la gramática (gramática de la que se supone cualquier escritor tiene unos mínimos conocimientos), no deja de ser, como he dicho, normas para que la obra esté bien escrita.
            Hay que tener en cuenta, algo de lo que nunca me canso de repetir, que si un editor toma una novela para evaluarla y en la primera página se encuentra con graves faltas de ortografía, de narrativa y/o en los criterios y normativas de los textos, entonces esa novela tiene como destino la papelera, aunque sea el mayor éxito de todos los tiempos. No se trata de obsesionarse con intentar entregar un escrito con la mayor pulcritud posible (todo el mundo comete faltas, incluso los catedráticos de lengua española e incluso los componentes de la Real Academia de la Lengua Española, la RAE), sino de conseguir que lo que has escrito sea legible y pueda pasar la primera mirada escrutadora del editor. Una vez pasado este peligroso primer trámite, si la historia es buena y ha captado el interés del editor, aunque existan faltas, se pasarán por alto. Espero que mis humildes consejos (humildes porque al fin y al cabo seguro que en este artículo hay sus buenas faltas y errores) te puedan servir.

Solo y sólo.

            Aunque ya gracias a una absurdidad de la RAE se terminó la polémica con esta palabra, muchos editores, escritores y personas siguen aplicando las reglas para acentuarla. Sin más, la palabra “solo” no se acentúa, excepto cuando se usa de forma ambigua como adverbio o adjetivo. Para comprendernos, aplica esta regla tan sencilla: “solo” se acentúa cuando se puede utilizar como “solamente”.
Ejemplos:
—Él está solo (no se acentúa porque este “solo” no se puede utilizar como “solamente” o “únicamente”)
—Sólo tenemos comida para cuatro días (este “sólo” se acentúa porque le puedes utilizar con “solamente”, “únicamente”, etc.)

Acentuar pronombres demostrativos.

            “Este”, “ese” y “aquel”, con sus femeninos y plurales, son palabras tónicas y llanas terminadas en vocal, aunque sean plurales, y sea cual sea la función (acompañando al sustantivo o ejerciendo la función de pronombre) que cumplan nunca se acentúan. La excepción es cuando se utilicen como pronombres con posible ambigüedad con los adjetivos.

El laísmo y leísmo.

            El leísmo es el uso incorrecto del “le” y “les” cuando lo correcto sería poner “lo”, “los” o “la” y “las”. En este sentido, los que somos de Madrid padecemos un grave problema de leísmo. Un buen truco para saber cuándo se ha de utilizar “lo” es cambiar el género del complemento y comprobar si se podría utilizar “le” o “la. En caso afirmativo, entonces es que la frase requiere un “lo”.
            El laísmo consiste en la utilización de los pronombres átonos “la” y “las” en lugar de “le” y “les” como complemento indirecto. Aunque la RAE de nuevo ha terminado por admitir el leísmo en su uso generalizado, no es correcto. Esta regla la siguen muchos editores a la hora de evaluar novelas, procura no incurrir en su error.

Plurales irregulares.

            Existen ciertas palabras que son de otras lenguas que debemos poner en plural. Para algunas de ellas existe ya el plural en castellano, tales como “búnker-búnkeres”, “convoy-convoyes”, etc. Otras, no obstante, no lo tienen, y en ese caso es recomendable no utilizar el plural en la palabra, sino en el artículo; MP3, DVD, Mig-23, los MP3, los DVD, los Mig-23…
            Para el plural de ciertas palabras latinas de común utilización debemos evitar el plural tal y como aconseja la RAE. Así, en réquiem, memorándum, referéndum… debemos utilizar las expresiones tipo “el memorándum”, “los memorándum”…
            El problema más difícil nos lo encontramos con palabras de otras lenguas, neologismos modernos donde la RAE o no se ha pronunciado, o ha intentado crear unas normas que son ambiguas. Hay que tener en cuenta estas dos normas para los plurales:
-La norma culta y conservadora indica que hay que colocar –es a la palabra: iraní es iraníes, tabú es tabúes, hindú es hindúes…
-La norma vulgar y moderna nos indica que con añadir –s nos vale: champú es champús, menú es menús…
            Lo correcto sería poner menúes y champúes, pero son tan raras y tan poco utilizadas estas palabras que hemos aceptado como correcto colocar el –s. Así, lo aconsejable es utilizar siempre la primera norma, la más culta, y en palabras más o menos modernas y comúnmente utilizadas, emplear la norma vulgar y moderna.
            Dado que la lengua castellana es una lengua viva, versátil y muy evolutiva, ciertas palabras extranjeras han terminado por adaptarse para sus formas de plural, por crearse grupos consonánticos impronunciables o contrarios a la correcta fonología del español. Para este tipo de casos la RAE ha procurado solucionarlos uno a uno. Como perfectos ejemplos tenemos los siguientes: de standar nos sale estándar-estándares, de carnet nos sale carné-carnés, de chalet nos sale chalé-chalés, de parquet nos sale parqué-parqués, de slogan nos sale eslogan-eslóganes, etc.

El paréntesis.

            El paréntesis se emplea para acotar, comentar o glosar dentro del párrafo, nunca en las conversaciones. El paréntesis se une directamente a la primera y última palabra que encierran, sin espacios. Si tras poner el último paréntesis finaliza el texto, se ha de poner el punto a continuación del cierre.

Diéresis.

            Siempre se coloca, es una falta de ortografía tan grave el no ponerlo como no colocar un acento. En palabras tales como cigüeña, cigüeñal, agüero y similares nunca debe faltar. Ojo con esta regla, que los editores suelen aplicar estrictamente.

Las mayúsculas.

            Aunque parezca simple su uso, es un error común entre los escritores el no aplicar correctamente las mayúsculas. Es la primera letra de una palabra que pretende destacar algo importante o por ser un nombre, o por iniciar una conversación. Aunque hay muchos motivos para su uso, voy a destacar las más importantes y comunes.
1-Los nombres propios: Raquel, Fernando, Arthur, España…
2-Los puntos cardinales, siempre y cuando formen parte de un nombre propio o sean una designación geográfica ya establecida. Aparte de esto, siempre se ponen en minúscula: Europa del Norte, Polo Norte…; pero obsérvese que al norte de Irlanda, al este de España, el sur…
3-Los sobrenombres que acompañan al nombre propio o lo sustituyen: Pedro el Cruel, Ricardo Corazón de León, El Gran Capitán…
4- Si un nombre o un topónimo contiene un artículo, este se pondrá con mayúscula: El Cairo, El Escorial…
5-Las designaciones de dignidad o autoridad divinas: Dios, la Virgen, Él… En caso de seculares cuando estas se refieren a la institución y no al cargo o la persona que la ocupa, excepto para la realeza: la Presidencia del Gobierno, pero el presidente del Gobierno; Ministerio del Interior, pero el ministro del Interior. Obsérvese Su Majestad, el Gobierno, la Jefatura del Estado…
6-Las festividades, pero no la parte común del término: Navidad, Pascua, Semana Santa, pero el día de Navidad o el jueves de Semana Santa (Jueves Santo).
7-Cuando se da inicio al nombre de un título dentro de un párrafo o conversación sin importar donde esté colocado: acabo de leer El señor de los anillos, o, he leído El Nacimiento de Europa…
8-Hay ciertas palabras que pueden significar tanto una realidad concreta como otra genérica. En el primer caso es cuando se emplea la mayúscula, conocida como diacrítica. Son ejemplos perfectos la Iglesia (institución) y la iglesia (templo donde se reúnen los fieles); la Corona (institución) y la corona (objeto que porta una persona); la Revolución (francesa, inglesa… que se convierte en nombre propio) y la revolución (cualquier cambio que se obtiene con violencia). Hay casos donde la mayúscula diacrítica es doble, como por ejemplo Gobierno Militar (institución o edificio donde viven o trabajan militares) y Gobierno militar (forma política que rige un país); Banco Central (entidad bancaria que representa a un país, como en España) y banco central (banco de emisión cualquiera de un país).
9-Los nombres que designan la condición de una institución concreta siempre que acompañen al nombre completo de la misma: oficina, ministerio, departamento… Ministerio de Industria, Oficina de Turismo, Departamento de Justicia…
10-Las disciplinas académicas: Jorge es licenciado en Lenguas (el título va en minúscula, pero la disciplina en mayúscula).
            Aunque se acepta por lo común el emplear las mayúsculas con los días de la semana o los meses del año, su uso es incorrecto y siempre van en minúscula a no ser que inicien la frase o texto: lunes, martes, miércoles… agosto, septiembre, octubre…

El uso de “quizá” y “quizás”.

            Su regla es bastante lógica y muy sencilla de aplicar. Siempre se utiliza “quizá”, excepto cuando la siguiente palabra empieza por “a”. En ese caso, se utiliza “quizás”.



Adonde”, “a donde” y “adónde”.

            Pesadilla de muchos estudiantes y escritores, el uso de estas tres formas locativas es bastante sencillo si se conocen claramente sus funciones, elementos, equivalencias y significados. Mediante ejemplos espero poder aclararlo.
            “Adonde” es un adverbio relativo de lugar, átono, que procede de la unión de la preposición “a” y el adverbio “donde”. Se utiliza únicamente cuando su antecedente (el sustantivo o el adverbio) está explicito en la frase. Observa los ejemplos:
—Ese es el restaurante adonde vamos a cenar esta noche (el antecedente es el restaurante, por tanto se fusiona el “a” con el “donde” y no se acentúa).
—Esta es la playa adonde nos fuimos a bañar (como en el anterior ejemplo, el antecedente es la playa).
            “A donde” se utiliza cuando no existe el antecedente expreso como en los anteriores ejemplos:
—A donde voy no creo que nadie me pueda seguir (no hay antecedente explicito, y por tanto el “a” y el “donde” se separan).
            “Adónde” es un adverbio interrogativo locativo que introduce oraciones interrogativas y exclamaciones parciales, directas o indirectas:
—¿Adónde vamos a ir esta noche? (es una frase interrogativa)
—Contadme adónde vamos a ir a cenar (Se acentúa puesto que aunque no hay signo de interrogación, la frase claramente indica una pregunta).
            Estas formas sólo pueden emplearse con verbos de movimiento.

Continúa en la segunda parte…

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