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domingo, 16 de octubre de 2011

CRÓNICAS LUPINAS IV

CAPÍTULO IV: Nace la bestia

Las primeras batallas de un Garra Sangrienta.

Así que allí estaba, de pie en el fondo de la tienda, contemplando extasiado la magnifica caja del ejército de los Ultramarines. Sólo había una, pero no importaba, porque nadie en la tienda parecía prestarla excesiva atención, quizás por el precio, quizás porque se me notaba dispuesto a luchar por su posesión y nadie deseaba enzarzarse en una pelea con un pirado como yo. Alargué las manos para tomar posesión de mi premio, pero entonces me di cuenta que también había otras cajas de ejércitos de Warhammer 40.000, mas no importaba, sólo deseaba la de Ultramarines. Justo cuando iba a coger la caja algo me llamó la atención por el rabillo del ojo, miré a la derecha y lo que vi me dejó sin aliento.

Los ojos se me abrieron por la sorpresa, la sangre se congeló en mis venas e incluso el corazón se detuvo. ¿Qué era aquello? Una luz celestial me inundó mientras de arriba llegaba el sonido de bólteres disparando, el crepitar de la batalla, rugidos de dolor y rabia, fogonazos de luz, el ocre olor de la sangre y del miedo. Una voz tronante, inmensa de poder, me susurró al oído: “Sigue mi senda, guerrero, coge mi mano enguantada y cabalga conmigo hacia la Eternidad. Serán tus armas la espada sierra y un bocata de foie-gras…” Eh… bueno, no exactamente pasó eso, pero casi. Porque ante mi, en toda su gloria y majestad, se encontraba la caja de ejército de los LOBOS ESPACIALES, ¡y qué caja! ¡Y qué ejército! Crom me asistiera. Esos no eran los Lobos que salían en los panfletos de propaganda de Games Workshop. Tenían colmillos, coletas, barbas, melenas, colmillos como talismanes, capas de pieles, runas, armas de cuerpo a cuerpo, poses heroicas, símbolos lobunos por todos lados, eran bárbaros, vikingos, germanos sirviendo a Roma (sí, ya os he dicho que los de Games no son muy originales), ¡eran cimmerios!

¿Acaso me había muerto y estaba en el Valhalla seduciendo a morenas estupendas? ¡No! Era la nueva caja del totalmente renovado ejército de los Lobos Espaciales que, justo ese mismo día, había llegado a la tienda como novedad. Sólo una caja, justo cuando fui a por los Ultramarines. No había duda, y el Emperador quiso que mi ejército fuera el de Lobos y no otro. En cuanto los vi supe que tenían que ser míos, mi destino ya estaba sellado y la bestia de mi interior aullaba furiosa pugnando por salir y saborear la sangre de los enemigos del Emperador. Con reverencial respeto, tomé la caja con delicadeza, con mimo, temeroso que fuera un etéreo sueño que se esfumara ante mi agitado respirar. Pero no, era verdad, y todas esas miniaturas que entraban en la caja iban a ser mías, porque valía exactamente lo mismo que la caja de Ultramarines, que fueron desplazados tanto en mi cabeza como en mi corazón, pero siempre habrá para ellos, los hijos de Roma, un hueco en mi espíritu; Roma victis.

Con la caja bajo el brazo, esbozando fiera sonrisa, tomé la decisión de comprarla, pero seguía teniendo dinero para comprar más cosas. Si la caja de Lobos ya estaba en la tienda, entonces… ¡Sí! Allí estaba, en la sección de Codex y revistas, el Codex Lobo Espacial. Tomé el Codex y todavía me llegó para coger el Predator de los Marines. Los clientes de la tienda me miraban asombrados, alucinados ante el increíble gasto que iba a hacer en dinero (ya os dije que eran tiempos más durillos). Con el botín en mi poder me acerqué desafiante a la caja. El dependiente, hombre experimentado en mil y una batallas, me observó con ceñuda mirada, aprobando con gesto solemne mi decisión de tener el ejército de Lobos al completo; él también era un defensor de la Humanidad. Lo que pasó a continuación puede que no lo creáis, pero antes las cosas en las tiendas Games funcionaban así.

El dependiente me felicitó, pues aseguró que hice buena compra, los Marines son muy buenos, pero los Lobos son más buenos todavía. Además, la caja del ejército me suponía un ahorro considerable en dinero, pero faltaba algo, me dijo: no estaban los Exterminadores. Era verdad, ya me había fijado en ese detalle, en la caja del ejército no entraban los Exterminadores; en las demás de Marines sí, pero en la de Lobos no. Era debido a que entraban más personajes y la Guardia del Lobo con servoarmaduras. El dependiente me aseguró que los Lobos no estarían enteros sin los temidos Exterminadores entre sus filas, ¿pero, qué podía hacer? Ya no tenía dinero para más compras. La caja de Exterminadores costaba 2.995 pesetas (18 euros, ¡18 euros!), y no podía prescindir ni del Codex ni del Predator, porque en la caja todo eran personajes, infantería y escuadras tácticas, no tenía vehículos e intuía que los iba a necesitar. En otra ocasión, quizás para el mes que viene, respondí al dependiente sumamente apenado por tener que irme sin mis Exterminadores. El dependiente replicó que un cliente que se gastaba tanto dinero de golpe y que deseaba tener a los Lobos por completo no podía irse así sin más y… ¡me regaló la caja de Exterminadores! ¡Sí! Me la regaló, así como suena.

Esto fue toda una sorpresa y me supuso una gran alegría, pero por entonces los de Games eran así, sumamente desprendidos y no tan ansiosos como ahora por vender y timarte. Si necesitabas piezas sueltas, ibas a la tienda y si las tenían te las regalaban. Te enseñaban a pintar, te arreglaban tus minis rotas, te daban buenos consejos y jugaban contigo sin poner mala cara. Siempre ha sido un negocio, claro esta, pero no eran tan descarados y miserables cicateros como son en la actualidad. Este desprendimiento del dependiente no fue una generosa acción por parte del empleado (lejos de las responsabilidades del trabajador), sino que formaba parte de la política respecto al cliente de una empresa que deseaba medrar en España (por entonces había mucha competencia de otras marcas de minis) y crear un fondo de compradores y clientes agradecidos y leales. Siempre guardaré en la memoria ese detalle y es uno de los momentos cumbres de la Edad de Oro de Games, junto con cuando me encontré la mini del Exterminador Lobo Espacial con lanzamisiles Ciclón en Princesa por el precio de 300 pesetas (unos 1’80 €) cuando valía 700 pesetas (¡se equivocaron, se equivocaron!) o gané mi primera y apoteósica batalla, pero ya llegaré a ese momento estelar.

Con todo dispuesto, lo primero que hice fue estudiar el Codex de los Lobos a conciencia, pero claro, me faltaba el reglamento. Maikel sabía algo de las reglas, pero no tenía el juego, pero pudimos organizar una partida gracias a los respectivos Codex y reglas que venían en la White Dwarf. Jugamos en mi casa y por tapete teníamos el tablero de juego, que era como un mantel de plástico simulando un campo de batalla, de un juego de mesa de batallas de minis fantástico llamado BattleMaster (archí-conocido por la época); la escenografía cosas sueltas de aquí y allá, envases de la carne, palmeras de juegos de los sobrinos… Resultado de la primera partida: derrota espantosa; no empezamos bien. La segunda partida la jugué contra el señor orko de la guerra Dani y el resultado fue también una derrota. No me desanimé y volví a jugar contra Maikel, pero de nuevo caí derrotado. No comprendía exactamente que pasaba, puesto que los Marines son duros y los Lobos más duros todavía, pero más tarde comprendí que cometía el error de gastar demasiados puntos a la hora de organizar el ejército en personajes y cartas de equipo y armamento que luego apenas utilizaba. Sí, los Lobos eran duros, aguantaban lo indecible y cuando llegaban al cuerpo a cuerpo masacraban, pero el juego no era sólo combatir a lo loco, sino también pura estrategia y sobre todo no perder de vista los objetivos de las misiones. Había que contar que cumplir la misión te daba 5 puntos de victoria (entonces era por puntos de victoria), y aunque destruyeras muchos enemigos, si el oponente cumplía la misión te ganaba por una buena diferencia.

Mientras tanto, Dani, Maikel y yo, ya enganchados por siempre al W40K, decidimos comprarnos el juego para tener el reglamento, las cartas de equipo, de vehículos y todo lo necesario para poder jugar bien. Entre los tres juntamos el dinero y así nos salió bastante barato. El reparto de las minis fue proporcional al dinero que puso cada uno: Dani se quedó con los orkos, Maikel con una escuadra de Marines y yo con la otra. Un poco más adelante nos pillaríamos la indispensable expansión de “Milenio Siniestro”.

Ese fue otro momento memorable en mi historia como aficionado al W40K, el de abrir por vez primera la caja de juego. Lo compramos en la tienda de Games de Princesa, y fuimos a Atocha a tomar el tren para Getafe, pero no pudimos aguantar más las ansias y en pleno vagón abrimos la caja sacando fuera todos los libros, las fichas, el cartón y las matrices de las minis, entre exclamaciones y gritos de guerra. Los demás viajeros nos miraban extrañados y se preguntaban quienes eran esos chalados que jugaban con muñequitos, alejándose de nuestro lado por si éramos contagiosos. No nos importó, porque lo pasamos bomba abriendo la caja de Warhammer 40.000.

Con nuevos Marines a mi disposición, y tras estudiar a fondo el reglamento, decidí que era hora de volver a replantear mi estrategia de cara a jugar batallas. Esta vez iría al campo de batalla más duro de todos, al de las tiendas Games. Si quería ser el mejor, debía luchar contra los mejores. En las tiendas Games se solían jugar partidas sobre todo los sábados por la tarde, y allí se congregaban expertos o novatos jugadores, todos ansiosos por hacer relucir sus galones de comandantes y ganar experiencia a costa de jugadores mediocres o bastante principiantes, como era mi caso. Pero de lo que aconteció por esos lares, de las palizas que recibí y de mi primera gran y gloriosa victoria hablaré en el próximo capítulo de mis Crónicas. Continuará…

Puedes seguir las Crónicas Lupinas en el Foro de la asociación Ojo del Terror. Crónicas Lupinas están escritas por Juan Carlos Sánchez Clemares.

5 comentarios:

  1. Gran descubrimiento el de este blog. Me ha gustado lo que he leído, la forma de expresarte ágil y directa sin complicar demasiado las cosas.
    Ahora me toca ponerme al día con la lectura.
    Un saludo, me quedo por aquí

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  2. Muchas gracias, mientrasleo, espero que te siga siendo de interés lo que vayas encontrado por aquí. De nuevo te doy las gracias, pues un escritor con lectores es una persona feliz y satisfecha. Saludos y a cuidarse.

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  3. Grandes las Crónicas Lupinas, es un placer volver a leerlas.

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  4. Gracias, J. Alvado. Con el tiempo tengo también pensado hacer las nuevas Crónicas Lupinas, pero ambientadas en la época actual del club. Un saludo.

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