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lunes, 30 de mayo de 2011

Crónicas Lupinas I



CRÓNICAS LUPINAS
Es hora de que el Viejo Lobo comparta sus experiencias y sabiduría con todo aquel que quiera escuchar y aprender. Poco a poco iré reseñando mis experiencias en este mundo cruel y aterrador del 41º Milenio de la Humanidad, a través de capítulos donde iré narrando como me enganché a este juego y el porque de llevar Lobos Espaciales, los salvajes hijos de Fenris. A la vez que me sirve para practicar con el noble arte de escribir, comparto con mis amigos mis vivencias y anécdotas y se da inicio a la gesta del Ojo del Terror. He aquí, pues, mis crónicas.
CAPÍTULO I. La bestia de mi interior.
Como me metí en esto de las miniaturas. Origen.
Todo comenzó en el pasado siglo XX, allá por el año 1990, cuando recién había abierto mi negocio, porque este Lobo, por aquel entonces ya joven Lobo, tuvo su propia tienda de cómics, juegos de rol y wargammes, camisetas, figuras y carátulas de cine, con el fastuoso nombre de RIPLEY COMICS, sita en la calle Madrid, en lo que antaño fue un prospero centro comercial junto al SEVEN ELEVEN (que hace años que no es un SEVEN, pero los veteranos lo llamamos así, ahora es un chino, cosas de la vida). Decía pues, que en mi tienda se vendían cómics, con especial cuidado y mimo a los de “Conan, el bárbaro”, mi héroe de siempre, el cimmerio de salvaje mirada y cruel brazo que reparte hostias como panes y seduce princesas a la vez que acaba con monstruos y hechiceros. Conan es uno de mis cómics favoritos, aunque son mucho mejores sus libros, que es su formato original, y las andanzas del bárbaro siempre me han marcado a fuego y han llenado mi mente de hazañas, sueños y delirios inenarrables. Debéis comprenderme, porque antes que bárbaro me considero hijo de la Loba, de Roma, vae victis, pero en mi sangre siempre arde un fuego difícil de apagar y la pureza de la Naturaleza y la barbarie junto con una buena dosis de violencia hacen estremecer mi espíritu con extrañas sensaciones. No en vano hay una buena mezcla en mi genética. Mi familia materna son descendientes de alemanes (mis bisabuelos, arios ellos, fíjate, huyeron de una Alemania hundida económicamente), y mi abuelo materno, que casó con mi abuela, (hija de los arios, fíjate), procedía de antiguo linaje, de oscura y rancia familia cuyo turbio pasado es mejor no investigar y cuya hermana residente en Ávila dilapidó la fortuna familiar en el juego y la bebida. Mi familia paterna es más modesta, pero de Castilla desde siempre (es decir, de la España profunda), desde la época de los godos y los romanos, pues ya los apellidos de unos y otros demuestran cual es la ascendencia. Es por eso que me siento romano de cuerpo y mente, pero bárbaro de corazón.
La bestia de mi interior despertó bien pronto, amables lectores, a la temprana edad de seis años. A los cinco años ya sabía leer y escribir, producto del interés de mi madre, que me enseñó en casa a leer con tebeos del “Jabato”, “El capitán Trueno”, “Turok, el hombre de piedra” o “Mortadelo y Filemón” entre otros, pero también con libros y novelas de ciencia-ficción de esas de a seis pesetas el ejemplar y muchos más. Fue por eso que siempre he sido un ávido devorador de letras y el niño más feliz del mundo leyendo tanto un tebeo de “Los Pitufos” como el libro de “Robinsón Crusoe” de Stevenson. Más o menos a los seis años (puede que a los siete, pero no más), mi madre me llevó al dentista para extraerme un diente y como era de la Seguridad Social y aquello estaba a reventar de gente (ya por entonces funcionaba igual que ahora), mi madre, para entretenerme, decidió comprarme un tebeo, porque yo, con un tebeo o un libro en las manos, desaparecía y como si estuviera muerto. Había a la entrada del centro un señor mayor, gitano de noble raza, con una manta extendida en el suelo, con un frío que hacía que la gente pasara apresurada al interior del edificio y no se fijaran en la manta, y sobre ella varios tebeos como los arribas mencionados y novelillas del Oeste, de espías o marcianos. En fin, que mi madre me dijo que me pillara el que quisiera siempre y cuando no pasara de las diez pesetas y allá que fui a mirar que podía pillar con tan exiguo presupuesto (es que éramos pobres de verdad). De entre aquellos montones un cómic llamó poderosamente mi atención, rezaba así: “Relatos salvajes presenta: La espada salvaje de Conan, el bárbaro. Sólo para adultos”, de ediciones Vértice. ¿Qué era aquello? ¿Quién era ese Conan que merecía título tan largo y cañero? ¿Y sólo para adultos? Decidí que ese tebeo debía ser mío, pero con diez pesetas la hazaña se antojaba dificultosa.
Afortunadamente, y porque no había logrado vender nada en toda la mañana, el vendedor me lo dejó por ese precio, pude colar el tebeo a mi madre sin que se diera cuenta de eso de “Sólo para adultos” y pasé a la sala de espera con mi tesoro. De inmediato abrí las primeras páginas (bastantes arrugadillas) y desde un principio algo me llamó poderosamente la atención: era en blanco y negro, pero no un blanco y negro cualquiera, sino con grises. Y el dibujo, muy real, muy impactante: el gran John Buscema en persona entintado por Janson. El guión increíble, cruel, poderoso, luchas, espadas, traiciones, demonios, brujos, magia, chicas ligeras de ropa, cabezas rodando, asaltos rabiosos de pictos, piratas, tesoros, arrgggghhhh… y por encima de todo Conan el bárbaro, audaz, asesino, pero con honor, fiero y fuerte. El lobo de mi interior comenzó a aullar y desde ese día me dije: “Estos son los tebeos que a mi me gustan”. Con “El tesoro de Tránicos” adaptación de un relato de Howard, dio inicio a mi pasión por Conan. ¡Qué revelación para un crío de escasos años allá en la sala de espera del dentista!
Así me introduje en el mundo de los cómics. Después de releer ochocientas veces ese comic de Conan, fui al frutos secos (entonces los frutos secos también vendían tebeos y, lo más importante, los cambiaban) con otros tebeos para hacer cambios, y a base de “te doy este por ese más un duro”, logré hacerme con otros cómics de Vértice, si bien no de Conan, al menos de Spiderman, La Patrulla X o Los 4 Fantásticos. Con el tiempo logré leer más relatos de Conan, de la Edad de Oro, adaptaciones de los libros de Howard y pude tener seis o siete de ellos, tanto de La Espada Salvaje como de su publicación hermana Conan, el bárbaro, también en blanco y negro, porque en aquellos tiempos no se publicaba en color debido a los costes.
Más tarde, sobre los trece años o así, con una paga y medio entrando dinero en casa, y coincidiendo con los primeros cómics de Forum, me propuse coleccionar tebeos. Mis primeras colecciones fueron: Spiderman, Los 4 Fantásticos y, como no, Conan el bárbaro en color. El Súper Conan y La Espada Salvaje, magazines en blanco y negro vendrían un poco más tarde (por entonces se salían de mi presupuesto) y esto fue el inicio de mi perdición, la liberación de la bestia de mi interior y el sueño de que algún día tendría mi propia tienda de tebeos. Continuará…

Puedes encontrar más aventuras de Crónicas Lupinas en el foro Ojo del Terror; allí se me conoce como carlosellobo.
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2 comentarios:

  1. Eres un artista. Como has podido deducir soy Franky. Me pasare mas por aqui para leer el blog.

    Un abrazo tio.

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  2. gracias, Franky, poco a poco iré ampliando las entradas siempre relacionadas con mi mundo como escritor. Gracias por pasarte por aquí...

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